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2016 Jose Viera Publications
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Escrito por José M. Viera
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Por varios meses, un creyente de otra congregación, insistía en que yo visitara
su iglesia. En el trabajo me extendía la invitación, y varias veces llamó a mi
hogar, dejando mensajes, "de que yo tenía que congregarme en su iglesia,
porque eso era lo que Dios esperaba de mí". Traté por todos los medios de ser
diplomático y no faltarle el respeto (aunque ya el me estaba faltando el
respeto). Traté de explicarle (sin éxito alguno) que yo estaba muy contento en
la iglesia donde me congrego y que no veía ninguna necesidad de dejarla por
otra. Él no podía ni quería entender esto. Según él, la voluntad de Dios era que
yo me congregara en su iglesia. Como todos sabemos, todas las cosas tienen su
fin, y mi paciencia con este individuo también estaba llegando a su fin. Le oraba
al Señor para que me ayudara en esta situación, porque no quería ofender a mi
hermano. Después de un tiempo, Dios me dio la salida, contestando mi petición.

Dios me abrió las puertas para tratar esta situación y me dio las palabras para
hacerle ver a mi hermano su error. El resultado final fue un éxito para ambos.
Yo le expliqué que como cristianos estamos llamados a evangelizar a los que no
son creyentes. Ellos son los que necesitan el mensaje de salvación. Tratar de
evangelizar o convertir a otros cristianos no es el llamado que Dios nos ha hecho.

Hoy día, la visión de muchos cristianos se ha opacado un poco. Queremos llenar
nuestros templos con otros cristianos, en vez de evangelizar nuestra comunidad.
Años atrás se realizaba una campaña evangélica y la iglesia se movilizaba en la
comunidad, buscando a las almas perdidas, y el templo se llenaba de personas
que todavía no habían dado el paso de fe. Allí tenían la oportunidad de escuchar
el mensaje de salvación. Pero hoy, como la visión se ha perdido un poco,
pensamos que debemos llenar el templo con otros creyentes, y muchas veces
en el proceso, usamos tácticas no muy cristianas (algo que estaré abundando
más adelante en este artículo).

Quiero enfatizar en un punto muy fundamental en este artículo: la congregación
que no evangeliza a su comunidad está destinada al estancamiento; no crecerá
y menguará hasta el punto de correr gran peligro, o sea, el peligro de que un
día tenga que cerrar sus puertas. "¿Cómo va a ser?", dirán algunos, "la iglesia
es del Señor". Es cierto, la iglesia es del Señor, pero si no cuidamos de la
congregación local y si no evangelizamos nuestra comunidad, nuestra iglesia no
crecerá y un día podrá cerrar sus puertas para siempre. Un tiempo atrás,
escuché la triste noticia de una iglesia grande, en la ciudad, con más de 100
años de historia, pero que estaba anunciando su último culto en el templo. Esa
iglesia en un tiempo había sido muy grande y poderosa; y no tenía espacio en
sus pasillos para acomodar a todas las personas que llegaban a los cultos.
Trabajaban arduamente en la comunidad, y el fruto de su trabajo era evidente.
Sin embargo, olvidaron su objetivo y misión como iglesia, y se conformaron con
tener el templo lleno de creyentes, y se olvidaron de la comunidad en que
vivían. Como sabemos, los miembros vienen y se van; otros llegan a la vejez y
mueren; otros se enfrían, se apartan, o se quedan inactivos en la congregación.
No tengo que seguir explicando, ya todos podemos ver el cuadro que he
presentado.

El punto principal es que si la congregación local no invierte tiempo y recursos
en la evangelización, tarde o temprano pagará un precio alto por su falta de
responsabilidad, y el resultado es que la iglesia mengua; o sea, no crece.

Tenemos que dejar esa mentalidad de llenar nuestros templos con otros
cristianos. Tenemos que lanzarnos a las calles, a las esquinas, al barrio, a los
lugares que nadie quiere ir; tenemos que anunciar al mundo en tinieblas que
Cristo es la luz de salvación y vida eterna. Es fácil acercarnos a otro cristiano
(que asiste a otra congregación) y tratar de convencerlo a que se una a nuestra
congregación. Eso es lo que se conoce como "robar ovejas" de otro rebaño para
hacer que el nuestro se vea más grande. Sin embargo, eso no es trabajo
legítimo, sino "robando ovejas".

Tácticas y astucia; falta de visión.
Según el diccionario, "táctica", es un "sistema ideado y empleado hábilmente
para conseguir un fin". Y la "astucia" habla de la habilidad artificiosa y engañosa
que se emplea para lograr un fin. Cuando los cristianos o líderes religiosos se
envuelven en este tipo de conducta para llenar sus iglesias, dan testimonio de
que no tienen ningún interés en el bienestar espiritual de las personas, sino más
bien que están interesados en tener congregaciones llenas de personas. Se
preocupan más por la cantidad que la calidad de sus miembros. Esto no es visión
espiritual sino ambición humana y mundana.

Según las grandes compañías comerciales compiten por los clientes, ofreciendo
descuentos, ofertas especiales, beneficios u otros incentivos; así están muchas
congregaciones en estos días. "Ven a mi iglesia", dicen algunos, "aquí no
prohibimos tanto". Otros dicen: "Ven a mi iglesia, te podemos dar seguro de
vida, seguro para el carro y otros beneficios materiales". Y otros dicen:
"Nosotros tenemos la verdad, tenemos la visión del Señor, y el llamado del
Señor". Otros son más atrevidos y dicen: "Nuestro pastor es mejor que el tuyo;
y Dios lo usa con gran poder". Pudiera seguir dando ejemplos de todas las cosas
que se dicen y que se inventan para seducir las ovejas de otros rebaños.
Lamentablemente, muchos están siendo engañados por toda esa propaganda
agresiva, y por la gran competencia que existe entre unas congregaciones y
otras; entre unos pastores y otros. Y sin darnos cuenta, nos hemos olvidado del
llamado y de la misión que todos tenemos por delante.

Dios nos llama hoy.
Reconozco que este artículo es un poco controvertido y que quizás tocará
algunos nervios sensitivos dentro de la comunidad cristiana. No es mi intención
ofender a ninguna persona sino hablar de algo muy importante, que por mucho
tiempo ha sido ignorado. Dios nos llama hoy. No a competir con otras iglesias ni
pastores; no a robar ovejas de otros rebaños cristianos; sino a evangelizar a
este mundo, muerto en sus delitos y pecados. Es mi oración a Dios, que el
mensaje de esta revista nos ayude en gran manera a ponerle fin a todas
aquellas actitudes negativas que nos destruyen sin que nos demos cuenta.

¿Cuál es la motivación verdadera?
Conviene hacernos una pregunta muy importante: ¿Cuál es la motivación
verdadera de nuestro esfuerzo de traer vidas al templo? ¿Será porque
verdaderamente amamos a Dios y a las almas que se pierden? ¿O será la
envidia, los celos y la competencia que sentimos en nuestro corazón? Muchas
veces disfrazamos lo último con lo primero; pero Dios sabe exactamente lo que
hacemos y por qué lo hacemos. Parece bastante difícil de aceptar, pero tenemos
que decir abiertamente que no todos los que predican a Cristo, lo hacen por el
amor que le tienen a Él. Hay muchas motivaciones personales y agendas
secretas que impulsan a las personas a predicar de Cristo. El apóstol Pablo habló
de esto en una forma muy clara, en Filipenses 1.15-18. Estaré presentando las
palabras del apóstol de diferentes versiones de la Biblia para que podamos tener
una idea clara de lo que él experimentó en su vida.

—Algunos, a la verdad predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de
buena voluntad. (RV60)
—Algunos anuncian a Cristo por envidia y rivalidad, pero otros lo hacen con
buena intención" (DHH; vea también: LBA, NVI, RV95).
—Unos proclaman a Cristo por envidia y polémica, otros con buena voluntad.
(BDP)
—Algunos, es cierto, son llevados por la envidia y quieren hacerme
competencia, pero otros predican a Cristo con buena intención. (VCP)
—Algunos, es cierto, predican a Cristo porque tienen envidia de la forma en que
Dios me usa. ¡Quieren adquirir fama de predicadores valientes! Pero otros
tienen motivos más puros. (LBD)

Al leer estos versículos, no cabe duda en nuestras mentes que el apóstol Pablo
tenía muchos enemigos, que le tenían celos y envidia. Y querían hacerle
competencia en la obra del Señor. Este espíritu de celos y contiendas todavía
ejerce su influencia maligna sobre muchos en el pueblo de Dios. Por alguna
razón u otra se han enemistado contra el pastor, y ahora quieren afligir al
pastor por medio de sus tácticas deshonestas y astucia infernal. Lo único que los
mueve es el celo y la envidia: "¿cómo puedo darle más duro al pastor?" Amados
hermanos, da mucha tristeza hablar de esto y causa gran dolor escribir estas
cosas, pero es la pura verdad.

La experiencia del apóstol.
En los versículos 16 y 17, el apóstol abunda un poco más sobre su experiencia.
Estaré usando sólo dos versiones de la Biblia para ampliar el sentido de sus
palabras:
—Unos anuncian a Cristo por darme celos, pensando que el triunfo que puedan
tener aumentará mis aflicciones. (LBD)
—Por llevarme la contraria, anuncian a Cristo con mala intención: creen con eso
hacerme más amarga mi carga. (VCP)

Estas palabras de Pablo hablan de la aflicción que los enemigos del apóstol
querían poner sobre él. Usaban el pretexto de "evangelizar" solamente para  
"darle duro" al siervo de Dios. Lo mismo sucede hoy. El apóstol habla de estas
cosas, no para quejarse, sino para hablar de dos grandes verdades: (1) No
todos predican a Cristo por amor, sino que muchos lo hacen por envidia y
contienda; y (2) Él se gozaba en el beneficio que había en sus pruebas y
aflicciones.

Lo bueno de lo malo.
Si algo es bueno, no puede ser malo; y lo malo no puede ser bueno. Sin
embargo, Pablo pudo ver el bien que surgía de todo aquello malo que se hacía
contra él. ¿Cómo va a ser esto? En el versículo 18 podemos ver lo bueno de lo
malo: —Pero, al fin, ¿qué importa que unos sean sinceros y otros hipócritas? De
todas maneras se anuncia a Cristo y eso me alegra, y seguiré alegrándome"
(VCP).

Con estas palabras Pablo no justifica ni apoya las injusticias que se cometen
contra él; ni tampoco apoya o justifica las malas intenciones que tienen muchos
hoy cuando anuncian a Cristo. Pablo pudo ver que todo en su vida obraba para
bien (Romanos 8.28), y que a pesar de que se estaba anunciando a Cristo para
"humillarlo y para causarle dolor", "él pudo mirar más allá de su sentimiento
personal, y comprender que Cristo era anunciado de todas maneras" y en esto
él sintió gran gozo. Así debe ser nuestra actitud hoy.

"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia,
porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia
que hiciere, porque no hay acepción de personas" (Colosenses 3.23-25).
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