©®1996-2016 TODOS los derechos reservados. ALL rights reserved! PO Box 64231, Souderton PA 18964 USA |
- |
- |
2016 Jose Viera Publications |
| Inicio | Principio del Artículo | Otros Artículos | Publicaciones | ¿Quién es José? | Contacto | Escrito por José M. Viera ©®1996-2016 Todos los derechos reservados. ALL rights reserved. |
Por varios meses, un creyente de otra congregación, insistía en que yo visitara su iglesia. En el trabajo me extendía la invitación, y varias veces llamó a mi hogar, dejando mensajes, "de que yo tenía que congregarme en su iglesia, porque eso era lo que Dios esperaba de mí". Traté por todos los medios de ser diplomático y no faltarle el respeto (aunque ya el me estaba faltando el respeto). Traté de explicarle (sin éxito alguno) que yo estaba muy contento en la iglesia donde me congrego y que no veía ninguna necesidad de dejarla por otra. Él no podía ni quería entender esto. Según él, la voluntad de Dios era que yo me congregara en su iglesia. Como todos sabemos, todas las cosas tienen su fin, y mi paciencia con este individuo también estaba llegando a su fin. Le oraba al Señor para que me ayudara en esta situación, porque no quería ofender a mi hermano. Después de un tiempo, Dios me dio la salida, contestando mi petición. Dios me abrió las puertas para tratar esta situación y me dio las palabras para hacerle ver a mi hermano su error. El resultado final fue un éxito para ambos. Yo le expliqué que como cristianos estamos llamados a evangelizar a los que no son creyentes. Ellos son los que necesitan el mensaje de salvación. Tratar de evangelizar o convertir a otros cristianos no es el llamado que Dios nos ha hecho. Hoy día, la visión de muchos cristianos se ha opacado un poco. Queremos llenar nuestros templos con otros cristianos, en vez de evangelizar nuestra comunidad. Años atrás se realizaba una campaña evangélica y la iglesia se movilizaba en la comunidad, buscando a las almas perdidas, y el templo se llenaba de personas que todavía no habían dado el paso de fe. Allí tenían la oportunidad de escuchar el mensaje de salvación. Pero hoy, como la visión se ha perdido un poco, pensamos que debemos llenar el templo con otros creyentes, y muchas veces en el proceso, usamos tácticas no muy cristianas (algo que estaré abundando más adelante en este artículo). Quiero enfatizar en un punto muy fundamental en este artículo: la congregación que no evangeliza a su comunidad está destinada al estancamiento; no crecerá y menguará hasta el punto de correr gran peligro, o sea, el peligro de que un día tenga que cerrar sus puertas. "¿Cómo va a ser?", dirán algunos, "la iglesia es del Señor". Es cierto, la iglesia es del Señor, pero si no cuidamos de la congregación local y si no evangelizamos nuestra comunidad, nuestra iglesia no crecerá y un día podrá cerrar sus puertas para siempre. Un tiempo atrás, escuché la triste noticia de una iglesia grande, en la ciudad, con más de 100 años de historia, pero que estaba anunciando su último culto en el templo. Esa iglesia en un tiempo había sido muy grande y poderosa; y no tenía espacio en sus pasillos para acomodar a todas las personas que llegaban a los cultos. Trabajaban arduamente en la comunidad, y el fruto de su trabajo era evidente. Sin embargo, olvidaron su objetivo y misión como iglesia, y se conformaron con tener el templo lleno de creyentes, y se olvidaron de la comunidad en que vivían. Como sabemos, los miembros vienen y se van; otros llegan a la vejez y mueren; otros se enfrían, se apartan, o se quedan inactivos en la congregación. No tengo que seguir explicando, ya todos podemos ver el cuadro que he presentado. El punto principal es que si la congregación local no invierte tiempo y recursos en la evangelización, tarde o temprano pagará un precio alto por su falta de responsabilidad, y el resultado es que la iglesia mengua; o sea, no crece. Tenemos que dejar esa mentalidad de llenar nuestros templos con otros cristianos. Tenemos que lanzarnos a las calles, a las esquinas, al barrio, a los lugares que nadie quiere ir; tenemos que anunciar al mundo en tinieblas que Cristo es la luz de salvación y vida eterna. Es fácil acercarnos a otro cristiano (que asiste a otra congregación) y tratar de convencerlo a que se una a nuestra congregación. Eso es lo que se conoce como "robar ovejas" de otro rebaño para hacer que el nuestro se vea más grande. Sin embargo, eso no es trabajo legítimo, sino "robando ovejas". Tácticas y astucia; falta de visión. Según el diccionario, "táctica", es un "sistema ideado y empleado hábilmente para conseguir un fin". Y la "astucia" habla de la habilidad artificiosa y engañosa que se emplea para lograr un fin. Cuando los cristianos o líderes religiosos se envuelven en este tipo de conducta para llenar sus iglesias, dan testimonio de que no tienen ningún interés en el bienestar espiritual de las personas, sino más bien que están interesados en tener congregaciones llenas de personas. Se preocupan más por la cantidad que la calidad de sus miembros. Esto no es visión espiritual sino ambición humana y mundana. Según las grandes compañías comerciales compiten por los clientes, ofreciendo descuentos, ofertas especiales, beneficios u otros incentivos; así están muchas congregaciones en estos días. "Ven a mi iglesia", dicen algunos, "aquí no prohibimos tanto". Otros dicen: "Ven a mi iglesia, te podemos dar seguro de vida, seguro para el carro y otros beneficios materiales". Y otros dicen: "Nosotros tenemos la verdad, tenemos la visión del Señor, y el llamado del Señor". Otros son más atrevidos y dicen: "Nuestro pastor es mejor que el tuyo; y Dios lo usa con gran poder". Pudiera seguir dando ejemplos de todas las cosas que se dicen y que se inventan para seducir las ovejas de otros rebaños. Lamentablemente, muchos están siendo engañados por toda esa propaganda agresiva, y por la gran competencia que existe entre unas congregaciones y otras; entre unos pastores y otros. Y sin darnos cuenta, nos hemos olvidado del llamado y de la misión que todos tenemos por delante. Dios nos llama hoy. Reconozco que este artículo es un poco controvertido y que quizás tocará algunos nervios sensitivos dentro de la comunidad cristiana. No es mi intención ofender a ninguna persona sino hablar de algo muy importante, que por mucho tiempo ha sido ignorado. Dios nos llama hoy. No a competir con otras iglesias ni pastores; no a robar ovejas de otros rebaños cristianos; sino a evangelizar a este mundo, muerto en sus delitos y pecados. Es mi oración a Dios, que el mensaje de esta revista nos ayude en gran manera a ponerle fin a todas aquellas actitudes negativas que nos destruyen sin que nos demos cuenta. ¿Cuál es la motivación verdadera? Conviene hacernos una pregunta muy importante: ¿Cuál es la motivación verdadera de nuestro esfuerzo de traer vidas al templo? ¿Será porque verdaderamente amamos a Dios y a las almas que se pierden? ¿O será la envidia, los celos y la competencia que sentimos en nuestro corazón? Muchas veces disfrazamos lo último con lo primero; pero Dios sabe exactamente lo que hacemos y por qué lo hacemos. Parece bastante difícil de aceptar, pero tenemos que decir abiertamente que no todos los que predican a Cristo, lo hacen por el amor que le tienen a Él. Hay muchas motivaciones personales y agendas secretas que impulsan a las personas a predicar de Cristo. El apóstol Pablo habló de esto en una forma muy clara, en Filipenses 1.15-18. Estaré presentando las palabras del apóstol de diferentes versiones de la Biblia para que podamos tener una idea clara de lo que él experimentó en su vida. —Algunos, a la verdad predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad. (RV60) —Algunos anuncian a Cristo por envidia y rivalidad, pero otros lo hacen con buena intención" (DHH; vea también: LBA, NVI, RV95). —Unos proclaman a Cristo por envidia y polémica, otros con buena voluntad. (BDP) —Algunos, es cierto, son llevados por la envidia y quieren hacerme competencia, pero otros predican a Cristo con buena intención. (VCP) —Algunos, es cierto, predican a Cristo porque tienen envidia de la forma en que Dios me usa. ¡Quieren adquirir fama de predicadores valientes! Pero otros tienen motivos más puros. (LBD) Al leer estos versículos, no cabe duda en nuestras mentes que el apóstol Pablo tenía muchos enemigos, que le tenían celos y envidia. Y querían hacerle competencia en la obra del Señor. Este espíritu de celos y contiendas todavía ejerce su influencia maligna sobre muchos en el pueblo de Dios. Por alguna razón u otra se han enemistado contra el pastor, y ahora quieren afligir al pastor por medio de sus tácticas deshonestas y astucia infernal. Lo único que los mueve es el celo y la envidia: "¿cómo puedo darle más duro al pastor?" Amados hermanos, da mucha tristeza hablar de esto y causa gran dolor escribir estas cosas, pero es la pura verdad. La experiencia del apóstol. En los versículos 16 y 17, el apóstol abunda un poco más sobre su experiencia. Estaré usando sólo dos versiones de la Biblia para ampliar el sentido de sus palabras: —Unos anuncian a Cristo por darme celos, pensando que el triunfo que puedan tener aumentará mis aflicciones. (LBD) —Por llevarme la contraria, anuncian a Cristo con mala intención: creen con eso hacerme más amarga mi carga. (VCP) Estas palabras de Pablo hablan de la aflicción que los enemigos del apóstol querían poner sobre él. Usaban el pretexto de "evangelizar" solamente para "darle duro" al siervo de Dios. Lo mismo sucede hoy. El apóstol habla de estas cosas, no para quejarse, sino para hablar de dos grandes verdades: (1) No todos predican a Cristo por amor, sino que muchos lo hacen por envidia y contienda; y (2) Él se gozaba en el beneficio que había en sus pruebas y aflicciones. Lo bueno de lo malo. Si algo es bueno, no puede ser malo; y lo malo no puede ser bueno. Sin embargo, Pablo pudo ver el bien que surgía de todo aquello malo que se hacía contra él. ¿Cómo va a ser esto? En el versículo 18 podemos ver lo bueno de lo malo: —Pero, al fin, ¿qué importa que unos sean sinceros y otros hipócritas? De todas maneras se anuncia a Cristo y eso me alegra, y seguiré alegrándome" (VCP). Con estas palabras Pablo no justifica ni apoya las injusticias que se cometen contra él; ni tampoco apoya o justifica las malas intenciones que tienen muchos hoy cuando anuncian a Cristo. Pablo pudo ver que todo en su vida obraba para bien (Romanos 8.28), y que a pesar de que se estaba anunciando a Cristo para "humillarlo y para causarle dolor", "él pudo mirar más allá de su sentimiento personal, y comprender que Cristo era anunciado de todas maneras" y en esto él sintió gran gozo. Así debe ser nuestra actitud hoy. "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas" (Colosenses 3.23-25). |